sábado, 30 de octubre de 2010

Canta, ¡Oh, musa...

Pegó su naricilla al sofá de cuero y respiro los restos del olor a puro y a incienso, por la ventana entraban blacos rayos de luz que se tornaban naranjas y violetas cuando atravesaban las cortinas del salón. La gramola continuaba reproduciendo una melodía cincuentena; mientras tanto, Nat se dio la vuelta y miró al techo, pensando en que había algo que se le escapaba, era posible que aquel olor la estuviera mareando, pero notaba que dentro de ella había algo que no andaba bien.

Tomó un sorbo de café frío y siguió mirando al techo, sus pupilas se dilataron, y un escalofrío recorrió su pequeño cuerpo.

Tomó otro sorbo de café.


Y así se hizo de noche, sin ni siquiera saber con certeza que era lo que había acabado haciendo. Quizá ordenaba sus ideas, quizá se hacía un examen de conciencia, quizá se estaba volviendo aún más loca…

A las 4.00 de la madrugada Nat, todavía despierta se levantó del sofá, llevó el vaso a la cocina, apagó la gramola, y volvió al salón. Se tapó con una colcha y se durmió. Sin más. Y lo hizo con la conciencia muy pero que muy tranquila.



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Tengo una bolita peluda que se llama Aquiles (el Pélida Aquiles), y todo gracias a ti. Siempre haces que mis días mejoren inimaginablemente.

Te quiero mucho cosita.


~Deiikah~