Los sonidos se condensaron en sus oídos, al igual que los cubitos de hielo en el congelador; las palabras, antes maravillosas, se ofuscaron y le golpearon como piedras, le mintieron; las imágenes se volvieron borrosas, y no fue capaz de ver nada. Todo lo que había permanecido hasta entonces se disolvió en unos minuto, todo menos sus sentimientos…
Le ardían las manos y los arañazos, le dolían todos los músculos de su cuerpo, y las uñas, y el pelo… No había nada que demostrara aquel dolor, solo lo que su corazón mitad marchito sentía en aquel momento.
Se olvidó de todo, del primer golpe hasta el último, arremetió contra él con la mayor violencia que albergaba en su corazón, desahogó sus palabras de ira, y sus provocaciones, quiso que la escuchara, pero él, lejos de parase a pensar, también se desahogó sobre su diminuto cuerpo, sobre su diminuto corazón.
Cuando sucumbieron al agotamiento, él estaba encogido en el suelo, ella sangraba por la nariz.
Horas más tarde, ella salía del portal pensando en lo maravilloso que sería si algún día viviesen juntos. A pesar de todo, el era lo único que tenía, la única persona que había cuidado de ella, era el único hombre del que se había enamorado tan locamente, un día malo no era suficiente para acabar con ese sentimiento…
Aquella tarde fueron muchas las cosas que se rompieron, desde un par de camisetas, hasta dos corazones, dos corazones que cada vez se volvían más y más y más negros, dos corazones imperfectos y rotos.
Dos corazones que a pesar de amarse de una manera desenfrenada, no podían evitar hacerse daño, dos corazones que aunque no lo pareciera luchaban cada día por que no fuera el último, dos corazones que se emborrachaban de amor todas las mañanas, dos corazones que ansiosos buscaban la paz ene l otro, dos corazones que no podían vivir sin el otro.
~Deiikah~